Después de haber cruzado gran parte del norte de Croacia, llegamos al pueblo de Ratkovica. Ratkovica se compone únicamente de una calle y en ella buscamos (tal y como nos habían indicado) una casa verde, que era única en todo el vecindario. Ahí vive Marie-Louise Petrovic, mejor conocida como Maryla, quien iba a ser nuestra anfitriona durante las dos próximas semanas.
Ratkovica |
Maryla es francesa y proviene de la región parisina. Ahí conoció en los años sesenta a un inmigrante croata que posteriormente se convertiría en su marido. Hasta la jubilación vivieron en Francia donde fundaron su familia. Una vez retirados decidieron mudarse a Croacia donde empezaron a renovar las propiedades que la familia croata les había dejado en herencia. Con el paso del tiempo volvieron a poner en marcha la granja y desde entonces tienen gallinas, gansos, patos, liebres y ovejas. Después de la muerte de su esposo, Maryla decidió quedarse a vivir en Croacia para ocuparse de la tierra y los animales. Además, posee una segunda casa que pone en alquiler, que le permite complementar su jubilación y hacer nuevas amistades.
Durante nuestra estancia también conocimos a Lucia, una vecina de origen bosnio con quien ayudamos en las tareas de la granja. Con ella nos comunicábamos a través de gestos y mímica puesto que no teníamos ninguna lengua en común. Aprendimos sobre las necesidades en alimentación e higiene de los animales, de la integración de los corderos recién nacidos en la manada o los pasos a seguir para tener éxito en la incubación de huevos. Pudimos comprobar que cada animal tiene, como las personas, su propio carácter.
Maryla, nuestro anfitrión |
Maryla no solo nos enseñó cómo llevar una granja, también nos contó mil y una anécdotas sobre Ratkovica, la vida de sus habitantes y la historia de Croacia. Aprendimos que la familia de su esposo tuvo que abandonar el pueblo durante la guerra de los años 90 por no ser católicos sino ortodoxos. Ratkovica se encuentra muy cerca de la frontera con Bosnia Herzegovina y las vivencias de la guerra todavía son muy presentes. Algunos pueblos vecinos están completamente destruidos y de vez en cuando nos encontramos con unos paneles en los que se anuncia la reconstrucción de un edificio con fondos europeos.
La experiencia de una vida humilde en el campo nos transportó al pasado y nos imaginamos como debía ser la vida en nuestro país hace solo unas generaciones sin tanta tecnología ni progreso.
Con estas impresiones seguimos nuestro viaje hacia Bosnia Herzegovina, un país constituido por serbios, croatas y bosnios musulmanes, donde la guerra tuvo su punto álgido en violencia y crueldad.
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